viernes, 21 de junio de 2013
El gran don humano
Érase una vez una anciana a la que se le murió el marido. La mujer se fue a vivir con su hijo, su esposa de éste y una hija. Cada día, la anciana iba perdiendo vista y oído. A veces las manos le temblaban tanto que se le caían los guisantes al suelo y la sopa se le escurría del plato. A su hijo y a su nuera les fastidiaba todo aquel desorden y un día dijeron basta. Dispusieron una mesita en un rincón para que la anciana comiera allí, a solas. Ella los miraba con lágrimas en los ojos desde la otra punta del comedor, pero ellos casi no le hablaban durante las comidas, salvo para regañarla porque se le caía el tenedor o la cuchara.
Una tarde, antes de cenar, la niña estaba sentada en el suelo jugando con unos bloques de construcción. "¿Qué estás haciendo?", le preguntó su padre. "Construyo una mesita para ti y para mamá", dijo la niña. "Así, cuando yo sea mayor, podréis comer solos en un rincón".
El padre y la madre guardaron silencio durante un rato. Y luego se echaron a llorar. Se habían hecho conscientes de la naturaleza de sus actos y de la pena que habían causado.
Aquella noche hicieron que la anciana ocupara de nuevo su sitio en la gran mesa del comedor, y a partir de entonces ella siempre comió con el resto de la familia. Y cuando algo de comida caía al suelo o el tenedor resbalaba de la mesa, a nadie le molestaba.
Los padres de esta historia no eran malos. Simplemente necesitaban que la chispa de la conciencia prendiera la vela de la compasión.
La vida es más plena cuando hay compasión en los actos diarios. Medita cada mañana sobre el bien que vas hacer a los demás durante la jornada. Las palabras sinceras de elogio para quienes menos lo esperan, los gestos de afecto a amigos que lo necesitan, las pequeñas muestras de cariño hacia tu familia, todo eso sumado cambia radicalmente tu manera de vivir.
"El gran don de los seres humanos es el poder de la empatía", ya lo decia Meryl Streep.
Debemos entender que todo los problemas o dificultades que vemos reflejados en otras personas, algún día pudiéramos padecerlos nosotros y seguramente, desearíamos que, en vez de la espalda y un gesto de desaire, nos ofrecieran una mano amiga y una sonrisa.
Ayudar a quien lo necesita, no solo ofrece beneficios al receptor de la ayuda prestada, sino que el corazón y el alma del emisor se ensanchan, hasta el punto de hacer de su vida una lúcida y mágica existencia.
¡¡¡Feliz Viernes!!!
Que el amor siempre
nos acompañe =)
(Fuente "El monje que vendió su Ferrari)
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